Las Montañas Rocosas del Bierzo
Cuando algunos espectadores vemos los documentales de La2 o la magnífica colección Planet Earth que distribuye estas semanas el diario Público, no podemos contener gestos de admiración al contemplar la grandiosidad de los océanos, ríos, glaciares y cordilleras.
Un vuelo aéreo se recrea en las cumbres del Karakorum o de los Andes y la voz persuasiva del narrador, sin interrumpir el espectáculo, nos cuenta las costumbres del oso-gato, del puma, del simpático panda o de las águilas que acechan a las aves migratorias. La lucha por la supervivencia, el ciclo de las estaciones, el renacer de la vida, el equilibro ecológico. ¡Qué herm-osos los osos de las Montañas Roc-osas!
Parques naturales inmensos, en los que nunca ha pisado el homo erectus, reservados a otra clase de animales superiores, capaces de invernar durante cuatro meses y tener reservas para amamantar a sus crías hasta el deshielo; capaces de volar cientos de kilómetros sin repostar, planeando a siete mil metros de altura. Se diría que todo eso ocurre lejos, en el Himalaya, en Alaska o en el Kalahari.
Pero no: hay osos que invernan en nuestros Ancares y águilas que remontan Peña Ubiña y La Guiana, corzos que saltan libres en Fornela y lobos que merodean La Cabrera. Toda esa maravilla la tenemos muy cerca: tan próxima que está muy amenazada, en constante peligro. Las montañas que rodean El Bierzo no salen en La2 ni en Planet Earth, pero son tan valiosas como los Alpes o el Tíbet. Cada centímetro de esa Naturaleza es tierra sagrada: son nuestras Montañas Rocosas.