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LOS CASTILLOS EN EL BIERZO



LOS CASTILLOS
 EN EL BIERZO

Castillo de Sarracin
Hasta cierto punto, los Castillos bercianos representan una variante diferencial con respecto a los castellanos. Y es que, teniendo éstos una finalidad primordialmente defensiva, los bercianos también la tienen como Casa-Palacio y, sobre todo los mejor conservados, de protección a los peregrinos jacobeos.

En estos dos Capítulos no se incluyen fortalezas integradas en otros Conjuntos monumentales (Sta. Mª de Carracedo, la Villavieja de Bembibre, el Torreón de Toreno o el difícilmente localizable por desaparecido Castillo de Autares).



EL CASTILLO DE SARRACÍN:


Se sitúa en un alto, como enseñoreándose de Vega de Valcarce, precisamente, en la otra ladera contraria al Castillo de Auctares. No es en absoluto pacífica esta conclusión porque algunos autores le llaman a Sarracín “Castro Veiga”, localizando a Sta. Mª de Auctares entre Trabadelo y A Portela.

Los Valcarce (recia estirpe) emparentaron con la nobleza gallega, con los Balboa, los Armesto, los Monterrey, los Condes de Lemos, con los Marqueses de Villafranca, la Casa de Doncos,…

El escudo de Vega de Valcarce incluye “cinco estacas”, pudiéndose apreciar en la casa de Castedo. Originariamente, este escudo representaba a la casa de España y fue ganado, según la leyenda, en una partida de naipes.

No obstante, los Fuentes (apellido frecuente entre la población) poseen como escudo el de “la Flor de Lis”, tal vez porque sus raíces hay que buscarlas en los francos. Y es que, en la heráldica, “la Flor de Lis” estaba presente en el escudo de los merovingios.

De todas formas, el escudo de los Valcarce es uno de los más históricos, nobles y valorados de Galicia.

El surgimiento de la saga noble de los Valcarce radica en las batallas que libraron contra el enemigo musulmán. Gándara lo describe en estos términos: “Proceden los de este linaje de unos caballeros que en el año 715, cuando los moros estaban en Galicia, por el Valle del Valcarce, les hicieron tal resistencia desde las alturas de este angosto valle que se dice que mataron 12.000 de ellos con sólo pérdida de 20 cristianos”.

Asimismo, se cuenta otra versión más popular sobre “las cinco estacas”, con relación al tributo de las Cien Doncellas: los moros reclamaban el tributo de las Doncellas cuando cinco mozalbetes osados del Valcarce se decidieron y atacaron a los moros con las célebres estacas, liberando con ello a las doncellas. En agradecimiento a esta gesta se les concedió y premió con un escudo que recogía las cinco estacas.

Las hazañas de la lucha de los Valcarce se contiene en este texto de 1.550, cuyo autor fue el Licenciado Molina:

“Hacia la entrada del reyno gallego -viniendo el rey moro con grande cuadrilla

a soguzgallo tambien con Castilla -con su morisma la vuelta de luego

pues estacas sin armas, ni fuego -defiende Valcarce tambien su partido

que desta su tierra les viene apellido -a los Valcarceres bien solariegos”.

Con posterioridad, Fernando II autoriza a la Orden Templaria a asentarse en el Castillo de Ponferrada y, en 1.228, en el de Cornatel (Ulver).

La Orden, cuya misión era la protección a los peregrinos, se instalaría en el lugar de Valcarce para permitir efectuar el cobro del portazgo a los peregrinos, desde el Castillo de Auctares. Esta práctica fue prohibida por Alfonso VI el 17 de noviembre de 1.072. Sin embargo, esta derogación únicamente afectaba a los peregrinos y prosiguió exigiéndose a los demás, como se corrobora en la donación que Alfonso IX dispuso de las tierras de Valcarce a favor de la Iglesia compostelana donde exceptúa de modo expreso la cesión del “portazgo”.

El Códex Calixtinus fue escrito hacia el año 1.135 y en él se menciona la famosa e imprecisamente localizada hasta ahora “villaus”, que se correspondería con el Monte de la Vilela, o bien cabe que fuera un poblado del área en aquella época.

El Castillo de Sarracín está enclavado sobre un picacho en la ladera del monte de la Vilela (Villaus), siendo que el histórico Camino Jacobeo continuaba hacia San Julián (topónimo templario).

En la Vilela confluían el camino usado por los que sorteaban “el portazgo”, tomando como itinerario el desvío por el Valle de Sanfiz para llegar a Vilasinde (Hospital de Vilasinde) y encaminarse por el monte hasta San Julián, Lindoso y terminar por reintegrarse en A Faba.

Conforme a la descripción del Códex Calixtinus: “Villafranca, después Villaus, el puerto del monte Cebrero”.



EL CASTILLO DE BALBOA:


El estado ruinoso del Castillo deja intuir su relevancia desde el siglo XIV. Sólo permanece “de pie” parte de la torre del homenaje y algún resto de lo que eran sus muros.

Su ubicación es en una colina que domina el valle que se abre en el encuentro entre el Arroyo Areal y el río Balboa. Parece ser que se erigiría encima de lo que fue un castro celta-astur con un fin defensivo, al igual que la mayoría de las fortificaciones bercianas.

De su carácter señorial, que se deja entrever a partir de sus ruinas, sólo se encuentran citas y referencias en el siglo XIV, momento en que estuvo bajo la potestad de D. García Rodríguez (Adelantado Mayor de Galicia en dicho siglo). De los Rodríguez de Valcarce fue a parar al Conde de Lemos en el siglo XV, dependiendo igualmente de los Marqueses de Villafranca en el siglo XVI y siendo enajenado más tarde a los Reyes Católicos, que lo incorporan a la Corona de León.

Para acceder a la fortaleza es preciso ascender por una ruta con bastante dificultad. En el Castillo se manifiestan signos de una reforma en el siglo XV.

Las figuras de protección son las siguientes:

- Declaración genérica (Decreto de 22 de abril de 1.949).

- Incluido en las previsiones de la L. 16/1.985, de Patrimonio Histórico Español.


EL CASTILLO-PALACIO DE LOS MARQUESES DE VILLAFRANCA:


Los siglos XV y XVI serían fundamentales para Villafranca, que se convierte en Villa notable y de “notables” (el Marquesado) bajo la hegemonía del linaje de los Álvarez de Toledo cuya presencia en tierras italianas durante el XVI hizo que lograran varios privilegios o prerrogativas papales. Estos grandes nobles fueron los que edificaron el Castillo. El marquesado de Villafranca surge en el año 1.486, por decisión de los Reyes Católicos.
Los testimonios documentales hallados, en consonancia con los restos o vestigios que aún permanecen, nos muestran que en el enclave de la fortificación existió anteriormente otro Castillo denominado “Fuerza”. Es esclarecedor este relato que procede de 1.515: “Y Dª Juana, hija del Conde de Lemos, concedió su permiso para levantar una nueva fortaleza”, que es la que hoy se contempla.

El Castillo, de este modo, sería construido por la familia de los Álvarez de Toledo en 1.490, en concreto por los primeros marqueses de Villafranca y exactamente por D. Pedro de Toledo.

Su estructura actual es propia, casi en su totalidad, del siglo XVI.

Es de planta cuadrangular, disponiendo de cuatro torreones muy evidenciados en cada uno de sus ángulos a una cota levemente superior del resto de muros. Los materiales utilizados fueron, principalmente, de mampostería, pizarra de la zona y otros varios elementos. Su nota más distintiva es su poca altura y, además, el grueso notorio de sus grandes torres. El castillo se compone de tres pisos en los que se distribuyen las diferentes dependencias. En el sótano, los espacios estaban destinados para cuadras y caballerizas.

Los cubos, asimismo de tres plantas, se encuentran abiertos por su mitad mediante unos ventanales simples y relativamente modernos. Una cornisa de arquillas de ladrillo los corona, con una función sólo decorativa pues se asemejan a matacanes que soportan un débil parapeto dotado de una imitación “a modo de almenas”.

La cubierta de las torres- como exponente muy llamativo- está realizada con una configuración de chapiteles de pizarra con una especie de salientes puntiagudos, que son casi exclusivos y no usuales en este tipo de fortalezas.

La puerta ha sido levantada utilizando ladrillo y, en la parte superior de la entrada, se observa un escudo de don Fadrique Toledo y Ossorio, el tercer marqués de Villafranca. Un conjunto de escudos están repartidos todo a lo largo del Castillo (el de Zúñiga, segundo marqués de Villafranca, el de Ossorio: el de Luis Pimentel Pacheco- primer marqués de este linaje- esposado con Juana Ossorio y Berazán, y el del Conde de Benavente (fallecido en 1.461).

Su tipología y conformación se asemeja bastante más a un Castillo palaciego que a un “verdadero” Castillo-fortaleza.

Fue arrasado durante la Guerra de la Independencia por las tropas inglesas y, entonces, sirvió como prisión. Tuvo que ser reconstruido otra vez a finales del siglo XIX por el Conde de Peñarramiro, propietario del Castillo por venta en ese momento.
EL CASTILLO DE CORULLÓN:


En primer lugar, la historia nos cuenta cómo los castillos de Ponferrada, Cornatel y Corullón pasaron a depender del Conde de Lemos, por vía hereditaria, en el siglo XV.

Previamente, a fines del siglo XII, los Templarios ocuparon las fortificaciones de Ponferrada, fundando su Castillo. Dentro de sus posesiones se incluían de la misma manera los castillos de Cornatel, Sarracín y Corullón.

El Castillo de Corullón fue atacado y devastado en la Revuelta de “los Irmandiños” (1.467-1.469). Aquí, en el siglo XVI, se alzaba la Casa-Palacio de los Marqueses de Villafranca.

Castillo de Cornatel

Es un castillo del siglo XIII de enorme belleza, imponente en lo alto de un precipicio, que le da un aire de leyenda y misterio.
De carácter defensivo, tanto por su posición natural y como por las dos aberturas de tiro de sus muros perimetrales, su acceso principal se bordeándolo entre los muros y el rocoso precipicio.
Al igual que el de Ponferrada, el castillo de Cornatel perteneció a la orden del Temple, como se puede observar en sus emblemas cuadrados entrelazados con rosa y estrella. Posteriormente pasó a ser propiedad del Conde de Lemos y marqueses de Villafranca, como cabeza de merindad. Allí buscaron refugio, en 1483, la viuda e hija de Don Pedro Álvarez Osorio, en los disturbios que se promovieron por su herencia.


OBSERVACIONES SOBRE LA RUTA DE LOS CASTILLOS DEL BIERZO-OESTE:


Una excursión recorriendo todas las fortalezas aludidas en un día de primavera-verano es, indefectiblemente, una de las actividades con más provecho de todo tipo que se pueden llevar a cabo. Si a una visita a todo el grandioso Conjunto histórico-monumental de Villafranca le añadimos la panorámica increíble de la “hoya berciana” desde el Mirador de Corullón y su Iglesia de San Miguel, más una “inmersión” en el ambiente jacobeo del entorno de Vega de Valcarce y un auténtico “periplo” paisajístico por los Ancares bercianos de Balboa y el complemento de admirar exteriormente las siluetas de los Castillos imaginando otros mundos pasados, la jornada se transformará en algo inolvidable, diferente e irrepetible.

Articulo realizado por O PEREIRO

Fotos Miguel Casero


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