De ruta por el generoso Bierzo
Esta comarca leonesa, a tan sólo unas horas en coche de Madrid o de muchas ciudades del noroeste peninsular, ejemplifica con maestría la riqueza de una tierra protegida en la que los pequeños valles son los protagonistas de su atormentado paisaje
Desde hace ya algunos años, la autovía que lleva de Madrid a La Coruña (o al contrario), atraviesa el Bierzo y ha puesto a esta comarca leonesa a unas horas en coche de Madrid o de muchas ciudades del noroeste peninsular. La imagen de la autovía, símbolo del progreso y los nuevos tiempos, contrasta con los pequeños valles y angostas carreteras locales que conforman su atormentado paisaje. El Bierzo es un lugar perfecto para disfrutar de la tierra, porque la naturaleza es generosa.
Para tener buena gastronomía, lo fundamental es tener buen producto... y aquí están sobrados. El botillo, la manzana reineta, la pera conferencia o los vinos de El Bierzo son el orgullo local. Incluso los humildes pimientos quieren su reconocimiento administrativo.
Al llegar a Astorga, puerta de entrada a la comarca, preferimos dejar la autovía para adentrarnos por otra carretera local (LE142), la que coincide con el Camino de Santiago, entre Astorga y Ponferrada, capital berciana. Los peregrinos nos acompañan a lo largo de la carretera, unos a pie, otros en bicicleta, de todas las edades y nacionalidades. Van a otro ritmo, pero con su mirada en el mismo paisaje que nosotros. Para llegar al Bierzo atravesamos antes la Maragatería, con una parada en Castrillo de los Polvazares, de tradición arriera con sus bien reconstruidas calles, plazas y casas y sus muchos restaurantes que invitan a comer un cocido maragato.
Las antiguas herrerías
A partir de Foncebadón, cruzamos los Montes de León y es aquí donde entramos realmente en el Bierzo. La carretera panorámica nos ofrece imágenes bellísimas. De nuevo con la compañía permanente de los peregrinos, hacemos una parada en la herrería de Complugo, una de las más antiguas de España aún en funcionamiento. Antes de llegar a Ponferrada, nos pararemos a dormir en Molinaseca, un típico pueblo del camino, con una calle real llena de restaurantes y pequeños hoteles con encanto que serán primera parada y fonda. En Molinaseca hay que dejar el coche fuera y entrar como hacen los peregrinos, cruzando el río Meruelo por el puente (sólo para peatones).
Los caminantes comen con gusto las chacinas de la tierra y, de postre, una más que sabrosa manzana reineta
Los caminantes comen con gusto las chacinas de la tierra. De postre, una manzana reineta, que parece justificar los excesos con el tinto. Después de cenar, paseamos entre sus casas nobles con escudos que nos hablan de una villa con un gran pasado, y nos tomamos una copa disfrutando de un ambiente nocturno en el que nuevamente, tienen mucho que ver los peregrinos.
Ponferrada es el centro de nuestra ruta. Que no nos engañe su primera impresión de ciudad moderna, de las que han crecido rápido. Aunque la construcción ha destrozado mucho del encanto de esta población, sus atractivos son numerosos: el castillo de los Templarios, símbolo de la ciudad, la Basílica de nuestra señora de la Encina y la Iglesia de San Andrés. Incluso los aficionados a los trenes pueden darse una vuelta por el Museo del Ferrocarril, en una vieja estación. Para los curiosos, siempre hay tiempo para acercarnos al Museo de la Radio, obra y creación del eterno Luis del Olmo.
Los fogones de Ponferrada
Ponferrada tiene parada obligada en sus fogones, con el botillo como plato estrella. Este embutido popularizado por Luis del Olmo mezcla rabo, huesos de cerdo y costillas, todo bien adobado con pimentón, ajo, orégano y sal, y ligeramente ahumado. La tradición sitúa sus orígenes en las legiones romanas que llegaron al Bierzo para extraer el oro de Las Médulas. También forman parte del menú berciano el vino y los pimientos de la tierra.
Proponemos una escapada a El Arbedal, un pueblo-escuela localizado en Ocero, muy cerca de Ponferrada
Además, hay muchas ideas para practicar el senderismo o dar paseos en bicicleta. Proponemos una escapada a El Arbedal, un pueblo-escuela localizado en Ocero, muy cerca de Ponferrada, camino de Vega de Espinareda donde se organizan todo tipo de actividades en la naturaleza, o mejor, seguimos camino hacia las Medulas, entre minas y monasterios, montañas y castillos, iglesias románicas y gentes con personalidad propia. Aquí no nos faltan caminos para bajar calorías.
Para llegar en coche desde Ponferrada, tomamos dirección al Barco de Valdeorras por la C-536. Al llegar a Carrucedo, nos desviaremos hasta llegar a la antigua explotación romana de Las Médulas. El paisaje es sorprendente y casi lunar: un mar de olas rojas, un laberinto de pinachos dorados y verdes, que parece como si los dioses se hubiesen dedicado a mordisquear la tierra. Este paraje es Patrimonio de la Humanidad y se trata de una descomunal obra de la ingeniería romana que estaba destinada a la extracción de oro.
En el Valle del Silencio
Se puede llegar en coche hasta la explotación, pero se recomienda hacer el último tramo, de casi dos kilómetros, a pie para poder disfrutar todavía más del entorno. En su centro de interpretación nos explican minuciosamente todo el proceso de obtención del oro, laborioso y complejo, y la forma de vida de los pobladores indígenas de la zona y de los romanos que las pusieron en explotación. Además del yacimiento, la zona merece la pena por el encanto de sus pequeños pueblos, con magníficas muestras de arquitectura tradicional.
Villafranca del Bierzo es una importante población del Camino de Santiago que llegó a ser capital de provincia
Regresamos de Las Médulas hacia Ponferrada dando un bucle en la carretera para llegar hasta Villafranca del Bierzo, importante población del Camino de Santiago, que incluso llegó a ser capital de provincia en el siglo XIX. Nos quedan su castillo del siglo XV, la iglesia románica de Santiago, su playa mayor, sus muchos conventos, su colegiata gótica y sobre todo, su calle del Agua, llena de sabor aristocrático y flanqueada por palacetes, caserones y conventos. A unos cuatro kilómetros al sur, nos subimos al castillo de Corullón, un mirador magnífico sobre la hoya del Bierzo.
De vuelta hacia Ponferrada, queda nuestro último objetivo: el Valle del Silencio. El río Oza se abre paso por uno de los valles más bellos de nuestra geografía, salpicado de pueblos anclados en la Edad Media y envueltos en el silencio: San Esteban, Villanueva, Montes, con un inolvidable monasterio en ruinas, o Peñalba de Santiago, con la espadaña de la iglesia de Santiago mostrándonos el mejor arte mozárabe que se practicaba por estas tierras hace mil años. Dicen que es uno de los pueblos más bellos de España y estoy completamente de acuerdo.